Las mismas piedras





Me divorcié de mis obsesiones
Y volvieron a pedirme matrimonio,
Yo, que en el fondo soy una romántica embobada
Siempre les guardo un generoso lado de colchón.
Se disfrazan de sueños, de futuros
Endulzan zalameras los recuerdos,
Nauseabundas y despiadadas
Como las brujas malas.
Vuelven encarnadas en promesas verborreicas,
Vuelven, te envuelven, y por un momento
Disuelven el terco miedo.
Vuelven cabalgando otros corceles,
Como pidiendo tregua;
Se me abrazan por la espalda, me recorren
Los vértices de las sensaciones
Y se tragan otra vez mi ingenuidad.
Debo reconocer que soy adicta
a su candor inusitado e hipnótico,
nuboso como una hermosa primera vez,
desprovistas de pasado,
calurosas.
Y no eres tú quien las suscita,
Es mi glop[1], esa parte de materia gris
Resistente al aprendizaje,
Pero llevan hoy tu nombre,
De igual manera que lo cambiarán
Cuando yo decida que ya está bien.
Hasta que un día yo aprenda a desoír
Las palabras mágicas,
O hasta que ya no haya más cuentacuentos
en esta historia interminable.
A pesar de todo,
A pesar de esta inmortal falta de pruebas,
Sigo creyendo en las obsesiones hermosas,
En las recíprocas,
cuando no se habla de lo que no será:
En las que surgen de una arrebatadora
Voluntad a dúo,
De esas que no llegan tan a menudo
Y que en cambio resuenan
inolvidables
En este hastiado lugar que nunca sé nombrar.



[1] En inglés, sustancia pegajosa y amorfa. También es un adjetivo: sentimentaloide

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