MOIRAS



Yo no tengo memoria
De cuentos de princesas,
Esas promesas falsas
No poblaron mi infancia.
Mi primer cuento fue Pinocho:
Me recuerdo pataleando para que me comprasen
Ese ejemplar de tapas duras
Con el muñeco de nariz enorme ocupándolo todo.
Tal vez ahí aprendí el menospreciado arte de la mentira.
O libros de aventuras, heredados
de mi hermano mayor.
No recuerdo a mi madre
Prometiéndome héroes salvadores,
Ni una sola vez hubo
En que mi pelo fuese largo y sedoso.
Ya ves,
pero el destino
Me agarró por el cuello,
Me tiró de los pelos y me susurró:
“serás una fémina ardiente”,
así que discrepo:
no tiene culpa la crianza.
Un día creciendo
Probé la miel,
Probé un montón de besos
en un sillón rasgado de discoteca,
No sé quién de los dos era más tímido,
Pero esa noche, tras los besos,
Volé.
Y entonces yo pensé que en todos lados abundan príncipes y princesas
Que se buscan con los labios para prender los fuegos,
Para mover el mundo,
Para soñar sin tregua.
Y fui anhelando todas las bocas con las que me topaba,
unas más que otras, porque
tiene grados la química
Y también porque hay
ciertas babas cuyo fuego te deja indiferente,
Y muchas otras que saben atraparte,
Como tú intentas atrapar entre las piernas
los momentos que siempre se largarán.
Así me transformé, sin ninguna doctrina,
En un empedernido ser adicto
a las sombras de las sombras,
Siempre soñando la noche anterior,
como cuando brillaron las estrellas más que nunca
En el Campo de Marte.
Solita, sin maestros,
Me hice una idea de lo fantástico que era
Compartir una frase con los ojos cerrados
Y mirar para siempre a aquel amado ser
Que se diluiría con el crepúsculo.
Siempre la oscura noche amamantando euforias,
mientras el sol aniquilaba hechizos
y portaba en su luz el desencanto.
¿Y me preguntas aún los porqués
De mi negrura en vela,
De estos amaneceres faltos de fe?
Yo no tuve una infancia de promesas,
crecí inventando lo que otros aprendían,
yo no leí jamás cuentos de hadas
y tal vez por eso
hubo un tiempo en que me dio por soñar
que una de ellas me dejaría probar el universo
sin este poso amargo del que se nutre
mi estúpido destino.
 
 
 
 

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