What a shame!
Es una pena no tener nada que reprocharte.
Porque cuando hay reproches,
Cuando se suceden los rencores y los malos rollos,
Y palabras soeces y chungos pensamientos,
suele ocurrir que antes
Se sucedieron los encantos
Y las noches y los días arrebatados
Y las promesas y los futuros y un presente
Absolutamente embriagador.
Y los susurros y
Un mundo donde dos se agarraban
Sin tibiezas,
se
Desgarraban a mordiscos las vestiduras,
Buscando a tientas sus esqueletos.
Quizás también les precediera
Un apremio incesante
De la otra piel que quieres encender
con tan sólo pensarla:
un deseo tozudo de acariciar su cerebro
cuando obstinado, el recuerdo te invade,
un incesante devenir de mundos inventados
sólo para acunarle, al apacible murmullo
de tus mejores intenciones.
Yo lamento no haberte conocido,
No ser yo quien suscitó
el descontrol,
no formar parte de tus contradicciones más profundas,
No tener una historia
Hecha con los jirones de la pasión añeja
Que nos deconstruyó.
Insisto, es una pena
No tener absolutamente nada que reprocharte.
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