Guardia
Me despiertan tus gritos en medio de la noche
Pero mi nombre no aparece en tu lista,
No podrías siquiera pronunciarlo con un rastro amable de
ternura.
Tú yaces junto a una rubia más
Y yo me acomodo a la monstrua
Que no me deja en paz
Que me susurra siempre tus dolores,
Que me enjaula, exhausta, en su empeño por mirarte.
Ojalá fuese una mujer la que te atrapa,
Ojalá te dejases caer entre su aroma,
En la delicadeza de su cintura, en una piel
Y el deseo te abrazase
y devolviese tu
condición de hombre.
Pero yo sé que no, que tienes esa avaricia
inmensa, que no quieres
soltar la espiral miserable de tu ego
Y que sufres sin sufrir por ceder a lo peor de todo.
Yo sé del traidor que llevas en la carne,
De cómo necesitas evitarlo.
Tengo ese extraño don de aprehenderte
Y de ejercer de estrella errante,
Como si el azar se hubiese tomado la molestia de elegirme
Para velarte.
Créeme, no es plato de buen gusto
Tener que hacer de la madrugada el momento
de mi cama una torre de vigilancia
Y del silencio un arte para que no te espantes.
Créeme si te digo que descansaré cuando me vea libre,
Cuando se me antoje que no me necesitas,
Cuando mi empedernida compasión se tome otros caminos.
Aquí tienes pendiente a medio mundo
De tus caprichos literarios,
De tu verdad corrupta,
De tu publicidad engañosa.
Yo que me fui cargada,
dispuesta a desnudar el último microgramo de amor
para esparcírtelo en la dermis,
para armar a polvo de astros esa red
que filtraría, tupida, los venenos.
Yo, que me prometía que hacerte saltar
Sería darte un oasis
Ya ves, fueron mis brincos en el mar que me dieron tu
espalda.
Y me volví, cargada con todo ese amor
Y frases de condena
Y un pedazo de podrido aliento
Y la tristeza por no poder con nada.
Fui por momentos una bomba,
Tan rebosante de furia, de impotencia,
Tan llena de un amor irreciclable,
Porque el amor que le guardas a alguien
Nunca le viene a otro
Y tratar de cambiarlo es un chantaje
Y quedárselo dentro un mal negocio.
Y lágrima tras lágrima,
Palabra tras palabra,
Fui descosiendo ese retal infinito de ardores en tu nombre,
Mientras la noche me llamaba a montar guardia
Para que al menos el eco de mi deseo
Llegue irreconocible a tu amígdala
Y te duerma tranquilo,
Aunque este canto perpetúe mi desvelo,
Aunque me resquebraje luchando
Porque encuentres un hilo.
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