Influjos



Soy dueña de una infancia tan eterna
Que me sigue costando discernir
El juego de la vida.
Y saltimbanqui me poso en infinitos rincones
Desde los que croar
Un saludo algo cómico a estos desvaríos
Que invaden coloridos las estancias,
Y expectante me muevo en unas alas que tienen
El ambiguo poder de los cristales,
Unas veces robustas, de repente ligeras
Y en un santiamén añicos de sí mismas.
Unas alas de invisible alambre fino
En las que balancear mi peso pluma,
Unas alas de suave lana virgen
Con las que acuno el desconsuelo
Y oculto la tragedia,
Alas todoterreno que amortiguan
La caída en picado.
Soy dueña de unas cuantas palabras
Que sonríen airosas cuando me hace falta
y saben además cantarse solas
en presencia de las voces infames
o de algunas ausencias  desalmadas.
Me invade un optimismo tal
que podría vivir en el gris durante décadas
y persuadirme de su brillo azulado
de su blanco roto,
de su profundo carmesí.
Solo que a veces
Tú vienes a decirme
Que no me haga ilusiones.
Y te creo, por alguna razón:
Probablemente porque eres una especie de cuchillo
Que no puedo arrancar
De estos pedazos,
A los que unes con tu herida de muerte.
Probablemente.
Entonces, cuando vienes,
Y me susurras con tu silencio
Y me recuerdas el malevaje
del que estoy dotada,
Tengo  que reprenderme,
Sola frente al espejo,
Afrontar esa gravedad
De rostro y tiempo
Y descubro entonces
que sólo puedo echarme la bronca
En italiano.


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