Derroche



Oh pecho, discúlpame el cansancio
El sinvivir, las alarmas.
A veces pesas tanto como un suspiro viejo.
Qué hermoso y valiente pecho,
Que me sostiene a mí
Y a la negrura que le doy.
Qué curiosos los cuerpos,
Tan sumisos algunos,
Tan rebelados otros,
Qué tremendas batallas,
Qué vida secreta,
Qué claridad visceral
Siempre granate y acolchada.
Oh, sistema nervioso,
Qué te daría yo
Para que los temblores se disipen,
Para que saltes libre como recién nacido
Si fuera que ellos no tienen pasado.
Ah, ingenua doncella temerosa,
Qué te atreves a vaticinar en esta oscuridad pronta al amanecer,
Te encuentra la mañana hablando sola
Y descuidando un poco más el contacto
Con la tierra.
Huele, hunde ese pecho
En unas raíces que sólo necesiten de agua pura.
Juega esta tarde , cuando el sol sea fuerte, con el barro intacto de los campos
Desnúdate el maldito miedo,
Respira con una panza henchida,
Renueva los votos que no hiciste
Y sonríete,
Mírate por todas las partes
Por las que no hubo volcanes,
O mejor, mira todas donde los hubo
Y reza porque alguno se deje caer de nuevo.
Y reza porque la sangre hierva incontinente

Ante el arrullo de un nuevo irraciocinio.

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