Patología de la memoria




Hace años llegó a la orilla un caballito de mar

Fue como ver un unicornio.

De vez en cuando lo admiro, idéntico a sí mismo,

Hermoso en su estructura delicada.

Se cree que son perezosos los hipocampos.

Ahora que dibujo mi cerebro intentado darle tregua,

Trato de situar ese caballito de mar,

Mi hipocampo único y frágil,

Terco y obstinado, primitivo y tenaz, parado en algún

Maldito pasado.

Leo a la ligera sobre la incapacidad del animal para evolucionar,

La asociación es simple,

Soy un pequeño caballo de mar tratando de sobrevivir en las aguas veloces

Lento y vertical,

Contorsionando mis áreas cerebrales para habituarme

A lo que a tantos les parece normal,

Moviendo mi cuello largo para apresar

Un puñado de palabras amables,

Diminuto, torpe, soñador,

Degustando las aguas tranquilas antes de que la corriente

Vuelva a estirar de él, una espiral anclada en la arena volátil.

Animales que mueren de cansancio cuando van a contracorriente.

Indudablemente, hay un área de Wernicke tremendamente exagerada
Habitando mi cerebro,

Empeñada en reproducir las frases con ecos de versos;

De esta manera, lo que podría producir dolor

Acaba siendo una sonrisa solitaria

Mientras se acerca el amanecer.

Y justo ahora

el hipocampo ése -que tan independiente se muestra

del optimista ser humano que soy-

vuelve a enredar sus camuflados tentáculos

en ancianas banalidades;

apresándolas, como tesoros a los que aferrarse,

mientras ellas,

que comprenden lo absurdo del momento,

luchan airosas contra sus fétidas espirales extintas.

Abriré la ventana para ver llegar el día,

Respiraré imaginando

Que soy o seré caballo desbocado.










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